Quienes corrieron alguna maratón, las auténticas carreras de 42 kilómetros, hablan del “muro” como si hubiesen visto al diablo. Esa palabra se refiere al momento, cerca del kilómetro 32 o 33, en el que cada paso es una tortura, las piernas pesan como yunques y llegar al final parece imposible. Algo parecido le debería pasar a Atlético a esta altura del semestre, y sin embargo ocurre lo contrario: la doble competencia no le pasa factura. Atlético corre, corre y sigue corriendo, pero además gana, empata, pierde (como cualquier equipo) y vuelve a ganar. Lo hizo hace 14 días en Avellaneda contra Independiente, lo volvió a conseguir anoche en La Plata ante Gimnasia y el miércoles irá por su nueva misión ¿imposible?, la conquista de La Paz. El corazón “decano” podrá fallar, pero nunca se detiene.
Fue todo tan redondo que Atlético también salió con vida del verdadero “muro” del partido de ayer, un primer tiempo en el que, con la versión alternativa, se sintió incómodo: no es lo mismo un equipo “decano” titular que uno remachado. También es cierto que el fútbol suele ser un deporte que dispara sentencias grandilocuentes a partir de detalles mínimos y, si Leandro Díaz no hubiese tenido la puntería de un estrábico mirando por un catalejo, Atlético habría llegado al entretiempo con al menos un empate. Pero en el contexto general, el “Decano” fue durante los 45 minutos iniciales un equipo indefinido, al que la voluntad de sus individualidades, en especial la de un maratónico Rodrigo Aliendro, hicieron llegar al arco de Alexis Arias más de lo que merecía la producción general.
Cuando Rafael García por izquierda y Nicolás Romat no pudieron frenar el mejor ataque de Gimnasia en el partido, y Lorenzo Faravelli definió al gol a los 31 minutos (que, objetivamente, fue un golazo), Atlético no tenía derecho a pedir el libro de quejas del partido. Era un equipo que corría de atrás, más allá de la fábrica de tantos errados, y al que Augusto Batalla salvó más de una vez.
No fue casualidad que, cuando ingresaron los habituales titulares, Atlético comenzó a mostrar su mejor versión. Luis Rodríguez es de esos jugadores que, ya por presencia, infunden desconfianza en las defensas rivales, como esos animales que huelen el miedo. “Pulguita” entró cuando Atlético perdía 1 a 0 y, por acción u omisión, fue clave (sumado al posterior ingreso de Guillermo Acosta) para que el “Decano” se convierta en un equipo más seguro de sí mismo y revierta el resultado con los goles de Alejandro Melo y de Gervasio Núñez.
De yapa, aunque para este equipo no hay yapas sino objetivos (casi todos cumplidos), ganó en La Plata por primera vez en casi 42 años (2-0 en octubre de 1976) y quedó transitoriamente en zona de clasificación a la Sudamericana 2019. El “lobo” es Atlético.